MARCOS 5:2-18
Y salido él del barco, luego le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, Que tenía domicilio en los sepulcros, y ni aun con cadenas le podía alguien atar; Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y los grillos desmenuzados; y nadie le podía domar.
Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, é hiriéndose con las piedras.
Y como vió á Jesús de lejos, corrió, y le adoró.
Y clamando á gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
Y le rogaba mucho que no le enviase fuera de aquella provincia. Y estaba allí cerca del monte una grande manada de puercos paciendo.
Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos á los puercos para que entremos en ellos. Y luego Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos, y la manada cayó por un despeñadero en la mar; los cuales eran como dos mil; y en la mar se ahogaron.
Y los que apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
Y vienen á Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado y vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
Y les contaron los que lo habían visto, cómo había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los puercos.
Y comenzaron á rogarle que se fuese de los términos de ellos.
Y entrando él en el barco, le rogaba el que había sido fatigado del demonio, para estar con él.
Mas Jesús no le permitió, sino le dijo: Vete á tu casa, á los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
Y se fué, y comenzó á publicar en Decápolis cuan grandes cosas Jesús había hecho con él: y todos se maravillaban.
¿Conoces a alguien loco en tu vecindario? Quiero decir, verdaderamente loco. Nadie, pero nadie, habla con él. No importa, él únicamente habla consigo mismo.
En cierta ocasión, Jesús conoció a alguien así. Estaba tan loco que corría desnudo por todo el vecindario. Nadie le decía nada, porque todos le tenían miedo. Noche y día andaba gritando y golpeándose con piedras. Le ponían cadenas en sus manos y grilletes en sus pies, pero de nada valía, porque los destrozaba.
Un día vino a Jesús y corrió hacia El. ¿Qué iba hacer, golpearle a Dios? De ninguna manera. Se arrodillo a los pies de Jesús mientras le gritaba: “¿Por qué te entrometes, Jesús, hijo del Dios Altísimo?”
Resulta que estaba poseído por un espíritu maligno que lo hacía comportarse como loco. Jesus le ordeno al espíritu maligno que saliera del hombre y rápidamente lo hizo. Ni siquiera los demonios se atreven a meterse con Dios. Saben que Dios tiene todo el poder.
Cuando Dios entra en tu vida, echa fuera al demonio, y entre mas lo dejes actuar en tu vida, mayores serán los cambios que experimentaras interiormente.
Tan pronto como Jesús lo libero del demonio, este hombre dejo su locura y comenzó a ponerse ropas de nuevo. Ya actuaba como un ser norma, y la gente no podía creerlo.
¿Sabes lo que hizo este hombre? Fue y le conto al pueblo lo que Jesús había hecho por él. Se lo dijo a todo el mundo. Y todos lo oían porque pensaban que si Dios había podido cambiar a este hombre, también podría hacer algo por ellos.
Dios puede transformar a cualquier persona, pero tienes que hacer lo que el loco hizo. El sabia que nadie más podía ayudarlo, así que en busca de Jesús. Corrió. Estaba desnudo y loco. Dios no huyo de él.
Ni tampoco huira de ti.
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