Mozo fuí, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su simiente que mendigue pan.
Se dice que una vez un anciano, fiel siervo del Señor, había llegado hasta el punto de no poder trabajar y tenía que depender de la bondad de otros para vivir. Un día los muchachos pasaron por su casa y escucharon su oración. El hombre estaba pidiendo a Dios que le mandara algo de pan. Los muchachos compraron un poco de pan y subieron al techo de su casa y lo arrojaron para abajo, por la chimenea. Un rato después ellos fueron para burlarse del anciano, y cuando entraron en su cuarto después de saludarlo le preguntaron si Dios le había mandado algo de pan. Les contestó: “Sí, Dios siempre me manda lo que necesito aunque tenga que mandarlo por conducto del diablo.”
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